domingo, octubre 08, 2006

Historias del WoW: Capítulo XII Jas

Era de noche, una tormenta acababa de estallar cuando, a lo lejos, vi una forma que se acercaba. Cogí mis armas y me mantuve preparada para atacar, pues sin luz, a penas podía distinguir a ese individuo a tanta distancia.
Al hablarme supe al instante quién era, sí, era él, ¿cómo no podía haberme dado cuenta? Atónita, con cara de asombro, no podía articular palabra alguna, no podía moverme, me había quedado de piedra. Y, mientras, la lluvia seguía cayendo, empapándonos a ambos. Y sin saber que decir ninguno de los dos, nos encaminamos al campamento, en silencio, pero no hacía falta hablar, sólo con mirarnos sabíamos lo que pensábamos. Nos conocíamos desde hacía mucho tiempo, pero el destino nos había separado y ahora, volvía a unir nuestros caminos.
Cuando Atreyu nos vio, supo quién era el extraño, en varias de nuestras múltiples conversaciones le había hablado de él.
- Sed bienvenido a nuestro campamento – se apresuró a decir Atreyu.
- Gracias – fue la única respuesta del desconocido.
Uno de mis compañeros fue a preguntar algo, pero Atreyu hizo un ademán con la mano para que callara.
- Dejémosles a solas – dijo Atreyu – tienen mucho de que hablar.
Y con solo decir eso, todos se fueron a sus cabañas preguntándose quién sería aquel extraño, pero sabiendo que, al día siguiente, yo se lo revelaría.
- Rach, creo que deberíamos hablar – dijo él.
- Dejaste todo claro cuando te marchaste de la aldea y me dejaste sola – repliqué.
- Sabes que yo no quería irme, pero no tenía otra opción, debía completar mi entrenamiento.
- Jas, yo te quería.
- Y por eso tuve que irme, no soportaba la idea de que te hicieran daño si te quedabas a mi lado sin que yo pudiera defenderte.
- Dijiste que volverías, y yo te esperé... hasta que perdí toda esperanza de que volvieras.
- Pues ya he vuelto. Y no estoy aquí por casualidad. Acabé mi entrenamiento hace un par de años, y desde entonces te he estado buscando. Fui a la aldea de tus padres, y al ver que no estabas pregunté a todos y nadie me supo decir tu paradero. Solamente Godnik me dijo que te habías unido a un clan para luchar contra la Alianza, me dijo que buscara a los Guerreros Oscuros, y desde entonces os he estado buscando, he seguido vuestros pasos, y por fin te he encontrado.
- Jas, no se si...
- No digas nada, piénsatelo. No te pido nada que no me hubieras dado antes. Se que no ha sido la mejor manera de obrar, pero en ese momento es lo que debía hacer, y esperaba que me comprendieras.
- Era muy joven para comprenderte, para mi los entrenamientos no existían, tan solo vivía para crecer y poder vengar a mis padres. Y por fin, voy a poder realizar mi deseo. No se si perderte fue lo peor que me pudo pasar aquel día, pero me destrozaste, incluso te llegué a odiar.
- ¿Me odias ahora?
- Sí, no... no lo se.
Mientras hablábamos paró de llover, y las nubes desaparecieron dejando a las estrellas apropiarse del cielo, había quedado una noche preciosa.
- Rach, sabes que te digo la verdad, que no te dejaría nunca, te quiero demasiado como para perderte. Los años que pasé fuera no fueron un camino de rosas, y tan solo tu recuerdo me ayudaba a seguir adelante, sabía que cuanto más duro entrenara, antes volvería a casa.
- No hace falta que sigas hablando.
- ¿Qué pasa? ¿Ni si quiera vas a dejarme hablar? Solo intento que me des otra oportunidad.
- ¿En algún momento pensabas que no te la iba a dar? Como bien tú dices, te quiero demasiado como para dejarte escapar.
En ese momento una sonrisa se forjó en el duro rostro de aquel troll. Por fin, después de varios años, volvía a ser feliz. Y yo... que decir, había estado esperando este momento desde que Jas se había ido.
Nos quedamos toda la noche abrazados al calor de la lumbre hablando, poniéndonos al día y sin que nos diéramos cuenta, el sol se dejó ver, y con él, mis compañeros saldrían para seguir planeando la batalla. Esto nos hizo volver a la realidad, y con ello, nos hizo darnos cuenta de que una gran batalla se avecinaba, en la que tal vez, perdiéramos la vida. Pero nosotros sabíamos que, mientras permaneciésemos juntos, nada malo nos ocurriría, y que lucharíamos contra la Alianza con más ganas que nunca.
Esa mañana les presenté a mis compañeros a Jas, y sin dudarlo un segundo le admitieron como miembro del clan, después de todo, necesitábamos más aliados, y él, era de los mejores.

Historias del WoW: Capítulo XI De vuelta a la aldea

Después de decidir que lucharíamos contra los ejércitos de la Alianza que sitiaban esas aldeas, pensamos que lo mejor sería volver al campamento y poner al día a los demás, y así, trazar un buen plan para salir vencedores en la batalla que se avecinaba.
Una vez llegamos y les contamos todo lo ocurrido a nuestros compañeros, la decisión fue unánime, lucharíamos contra la Alianza aunque perdiéramos la vida en la batalla. Después de todo, era lo que habíamos hecho siempre, aun que no a tan gran escala.
El único problema que había era que no éramos suficientes, los ejércitos de la Alianza eran muchísimos y casi inagotables, y convencer a las gentes de las aldeas sería una tarea arto difícil, no sólo porque la gente tuviera miedo, sino porque había que hacerlo con mucha discreción y cautela, ya que la Alianza vigilaba en todo momento y no pasaba nada por alto.
Pasaban los días y no se nos ocurría nada, era, con mucho, la misión más difícil de todas las que habíamos realizado, y eso no era nada bueno. Anamave cada día estaba más preocupada por su gente, y yo no podía disimular mi lástima al verla en ese estado, era una de mis mejores amigas y no me gustaba verla así.

Historias del WoW: Capítulo X Un nuevo miembro en el clan

Cuando los demás se fueron a dormir, Anamave y yo seguíamos hablando. Parecía que hubiera pasado una eternidad desde que nos habíamos conocido. La verdad es que mucho tiempo no había pasado, pero parecía que por ella hubieran pasado muchos años, se la veía cansada y mayor, mucho mayor.
- ¿Qué te ha pasado? – le pregunté – estás muy cambiada desde la última vez que nos vimos, y siento decir que no para mejor.
Se me quedó mirando fijamente, muy seria, y me respondió.
- Aquí las cosas no van nada bien, la Alianza ha ido ganando terreno y tiene a todos los poblados sometidos. Si alguien dice o hace algo que no les gusta se lo llevan, no sabemos donde, solo desaparece y no se le vuelve a ver. Yo he tenido suerte, muchos han dado la cara por mi y no he salido muy mal parada, pero no creo que las cosas sigan así mucho tiempo. Los humanos que hay por aquí me vigilan y no tardarán en llevarme a mi también.
- Ahora entiendo todo – dije para mi misma.
- ¿Qué?
- Es que, al venir hacia aquí, nadie quiso decirnos donde podíamos encontrar a la Alianza, todos se metían en sus casas a nuestro paso. No querían saber nada de nosotros.
- Es lógico, tienen miedo.
- Bueno, ya es tarde – dije – será mejor que nos vayamos a dormir y continuemos esta conversación cuando todos estén despiertos, creo que deben oírlo. Y a demás hay que hacer algo para arreglar todo esto, y tal vez ellos puedan ayudarnos.
- ¿Estás segura? – preguntó Anamave – tal vez no quieran involucrarse en una lucha que no es la suya.
- ¿Qué no es la suya? – respondí atónita – claro que es la suya, aun que tal vez no directamente, pero indirectamente todos tenemos un fin común, destruir a la Alianza, y lo que es más importante, vivir libres y en paz.
- Tal vez tengas razón.
- Claro que la tengo, y sino me crees, mañana por la mañana lo comprobarás.
Al día siguiente, más descansados, todo el grupo continuó la conversación del día anterior. Se quedaron atónitos al escuchar todo lo que Anamave les decía, y sin dudarlo un momento decidieron ayudar a esa gente.
- Para ganar esta batalla deberemos reclutar más gente – decía Modok - en este momento tan sólo somos cuatro.
- ¿Cuatro? – dijo Anamave – creo que estás contando mal, somos cinco. Si es que me permitís entrar en vuestro clan, claro.
- ¡Por supuesto! – exclamé yo al instante.
- Creo que la rapidez de contestación de Rach habla por todos – dijo Ostiario entre risas.
- Sí. Anamave, bienvenida al clan – finalizó Icefear.